El tesoro del Convento de Agustinos

Este sencillo pero bonito libro, lo adquirió mi hija en las "librerías de viejo" , claro,en la calle de Donceles de nuestro hermoso Centro Histórico Capitalino, ¡y por solo $25 devaluados pesos!, me lo obsequio hace unos nueve años, recordé que tiene buenas historias y aquí les comparto una, espero sea de su agrado y que se pueda leer bien.







p.d. seria bueno si pudieran conseguirlo, trae muy buenas referencias históricas, saludos

ya descargue las hojas compañero para leerlas con calma, gracias por compartir

Gracias por compartirlo, ya lo bajé, slds.

Rrbrito

CUANDO quieras, lector, vivir por unos instantes en pleno siglo XVII, ve a Cuitzeo y hospédate en el Mesón de la Purísima. Ahí te recibirá el ventero (ahora le llaman “huéspere”) que te brindará el mejor cuarto y se encargará de tu montura alojándola en los chaparros macheros protegidos con sus trancas corredizas. Tomará su farol de vidrios ahumados y te conducirá a tu habitación donde encontrarás amplia cama con cabecera hecha de una sola tabla en forma de media luna con sus perillas robustas, un canapé de la misma edad que la cama, dos sillas de tule y en el amplio poyo de la ventana un cajete con agua y la amarilla pastilla de jabón corriente. En el buró, la anciana palmatoria de bronce con su llorosa Vela de sebo, desparramará su mortecina luz por la alcoba. Afuera, después del ruido de la pesada cadena con que se asegura la poterna de la hostería, el agudo silbato de los gendarmes toca a silencio; pero te aconsejo que no duermas, porque a la luz de la luna puedes contemplar la joya más preciada del poblado: el Convento.

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En medio de la desolación de un atrio inmenso que antaño estuviera guardado por tapias terminadas en arcos invertidos, se levanta la soberbia construcción.

La enorme puerta del templo cuyo arco de medio punto bordan los caprichos platerescos de las blancas canteras, descansa sobre una escalinata de la misma piedra y está coronada por doble cornisa que sostiene amplio y hermoso ventanal. Encima de éste hay un nicho con una estatua de piedra de la Magdalena, y todo queda rematado por la cornisa superior que cobija las insignias de la Orden de San Agustín y los escudos nobiliarios de algunos condes protectores del Convento. Esta fachada tiene al lado norte un gigantesco estribo rematado en una espadaña donde cuelgan el esquilón y la campana mayor.

Al lado sur la mole enorme del convento presenta al cielo los herrumbrosos picos de sus almenas, ancianas almenas que en la Colonia protegieron a los arqueros y sirvieron de apoyo a las eulebrinas y arcabuces.

Para entrar a esta fortaleza medioeval hay que golpear fuertemente la puerta cubierta de grandes rosetones de hierro y clavos forjados a martillo, puerta que fué violada por primera y última vez cuando los soldados del General Nicolás de Régules, emulando a Pípila, con grandes piedras a la espalda destruyeron con hachas parte del postigo, venciendo así la resistencia. de los “conservadores”.

Detrás de esa puerta los grandes cerrojos grabados a cincel y la gruesa cadena que apenas deja entreabrir el postigo, rechinan quejumbrosos para dejar expedito el paso. Después de pasar la portería se penetra a los claustros que abren sus grandes arcos al patio de anchas losas y artístico brocal de un aljibe en el centro. Los pilares que sostienen estos arcos suben por el exterior como grandes nervios que sostienen los pequeños arcos dobles de los claustros altos para rematar en la amplia cornisa superior. En los intermedios de estas columnas están los canalones sostenidos por grifos, serpientes y dragones de piedra. De estos canalones se sustenta el amplio aljibe, bóveda subterránea tan capaz que abastece de agua llovediza a la mayoría de las casas del pueblo.

Muros de más de tres metros de espesor que fueron construidos en l550; patios, torres y almenas, necesarias en aquel entonces no para encerrar monjes, sino para resistir la furia de los indios que entraban a saco en las nacientes poblaciones españolas; y subterráneos numerosos que estratégicamente conducen a las afueras del convento y cuya existencia es un misterio, y los pasillos en medio de los muros que según las consejas servían para emparedar a los religiosos delincuentes, todo, todo eso hace que este convento sea un lugar atrayente y legendario.

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La luna copia en las viejas canteras del piso la negra silueta de la arquería de los claustros y se mete por los ventanales para ir a quebrarse en los peldaños de la escalera monumental. Esta se retuerce cuatro veces sobre sí misma para conducir al piso alto y tiene tres descansos, una cruz de cantera en el remate de la baranda, más arriba un ventanal por donde penetra la luz que se cuela entre las ramas del limonero de la huerta contigua, y, la bóveda de clavería cuyas aristas forman nudos en los rincones de los muros. Al término de la escalinata se abre la puerta que da acceso a los claustros superiores y junto a ella la reja de una ventana, donde en el peso de la noche se recarga la alta figura negra de un religioso que anda penando. Por la estatura de este espectro asegura la gente que es Fray Hilario García, Prior que fué de este convento, que dotó a la parroquia del reloj público que ostenta y que fué millonario porque gobernó el convento en tiempos en que éste tenía grandes haciendas como Cuaracurío, La Labor, La Pasera y otras. Son memorables las fiestas que este religioso hacía en honor de la patrona de la Provincia de Agustinos: la Virgen del Socorro. En medio de una vida fastuosa dejó de existir y se cree que por haber quebrantado el voto de pobreza su alma tornó a este mundo a penar.

Una noche como ésta, de soberbio plenilunio, un sacerdote agustino tuvo la feliz o necesaria ocurrencia de bajar por la amplia escalinata, pero fué grande su asombro cuando vió que el espectro de Fray Hilario quiso bajar junto con él. El sacerdote horrorizado se regresó a su celda muriendo a los pocos días en medio de un constante delirio en el que hablaba de Fray Hilario y de un tesoro oculto en los muros del templo.

En otra ocasión el espectro se atrevió a tocar a la media noche la puerta de la celda del Padre Alvarez, religioso muy apreciado en Cuitzeo, que vivió muchos años solitario en el convento y que nunca pudo cantar misa por ser muy aficionado al alcohol. Bajo sus influencias se hallaba esa noche y levantándose violentamente alcanzó a ver la figura de Fray Hilario que se alejaba, volvió por una escoba y se fué siguiéndolo. La sombra tomó por el “cañón” principal que corre hacia el oriente, dió vuelta por el que va al norte y ya para penetrar a los excusados se volvió a mirar al religioso. Este, al ver una faz descarnada y el ademán del espectro que parecía llamarlo, se regresó corriendo a su celda a donde llegó ya curado de la embriaguez.

Otro de los motivos por lo que tal vez ande penando este religioso, es el siguiente:

Entre la escalera que mencionamos y los muros del templo, hay un salón grande llamado la Celda Provincial. En él jugaban a la pelota un religioso y un cuñado de Fray Hilario. Con los rebotes de la pelota se desprendió una capa del estucado de la pared que está al norte, dejando ver un tapón de madera empotrado en la misma y que se apresuraron a desprender los curiosos jugadores. Su asombro fué grande cuando se dieron cuenta de que por la abertura que dejaba libre el tapón cabía todo el brazo. Dieron cuenta al Padre Prior, que lo era Fray Hilario, y éste los regañó diciéndoles que no se metieran con aquello que él tenía ahí guardado. Practicó después un boquete por detrás del muro, en un pasillo que ahí se encuentra y extrajo seis barriles de dinero, cometiendo la injusticia de no participar de aquel hallazgo a los verdaderos descubridores. Las señales de esto se pueden Ver todavía en el muro norte de la Celda Provincial.

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Según la conseja, abundan en este convento los lugares en que hay dinero enterrado o emparedado. Yo, que tantas veces jugué de chico en sus claustros y que conozco perfectamente hasta el último rincón de esta joya colonial, una de las más importantes de la República. no dudo que sea cierto porque me he cerciorado del lugar donde han extraído dinero con anterioridad, no sólo en la Celda Provincial, sino en la celda que llaman de la Tarima y en la que está al lado izquierdo del mirador oriente. Lo que sí nunca he podido comprobar, es la existencia de un tesoro que data del año de l570. Sin embargo te aconsejo, querido lector, que si eres influyente en el Gobierno o en el clero, en cuyas manos se encuentra este convento, que te apresures a hacer los arreglos del caso para extraer este tesoro, porque los datos que en seguida doy son exactos y de una veracidad tal que cualquiera que visite el convento, puede comprobarlos.

La Celda Provincial tiene una puerta por el oriente que da a una zotehuela con un portal adosado al muro del templo, en el centro de él, entre la Celda Sorda y la celda por donde oían misa los enfermos, se eneuentra un pasillo que ya queda dentro del muro del templo. En el piso de ese pasillo hay una abertura redonda que yo llegué a ver cubierta con una puerta sobre-puesta,«por la que se penetra a un escondite que está en medio del mismo muro, pero en la parte inferior que va a dar exactamente tras el altar de la Virgen de la Consolación, donde debe estar la verdadera entrada, ya que esta abertura del piso superior está hecha de manera provisional. Dicen que en este escondite se abre una entrada subterránea donde se encuentra el tesoro que motiva este relato.

En el año de l9ll estaba en la parroquia de cura, un sacerdote muy entusiasta que se echó a cuestas la decoración del templo y las reparaciones del convento. Al darse cuenta del escondite invitó a dos vecinos de la población y con ellos penetró al subterráneo. Los hachones que llevaban no eran suficientes a vencer la oscuridad del subterráneo; pero a su claridad apasible pudieron ver los enormes sillares que forman los cimientos del templo y en uno de ellos vieron con sorpresa la siguiente inscripción latina que el sacerdote tradujo a sus acompañantes: “EN EL AÑO DEL SEÑOR DE MIL E QUINIENTOS SETENTA FUERON DESCARGADAS EN ESTE LUGAR OCHENTA MULAS CON BARRAS DE ORO Y PLATA DE LA GONDUCTA DEL VIRREY Y QUE CORRESPONDEN AL REAL QUINTO DE SU MAJESTAD EL EMPERADOR, QUE DIOS GUARDE MUCHOS AÑOS”. En los precisos instantes en que esto leían, se extinguíeron del todo los hachones y fué imposible hacerlos arder de nuevo cosa que los llenó de horror y los hizo salir a buen paso del subterráneo, dejando la exploración para otra ocasión en que estuvieran mejor provistos de luces.

A los pocos días el sacerdote recibió su cambio, después vino la revolución y ya para entrar a la pñblación el bandolero José Inés Chávez García (el 6 de enero de l9l8) el Prior del convento mandó tapiar la entrada al pasillo, quedando así cerrado el escondite.  Yo me admiré que Chávez García no hubiera descubierto esa puerta que se veía recién tapiada y dada la fama que tenía de encontrar tesoros por ocultos que estuvieran. Desde entonces el pasillo permace intacto.

Esto no es una leyenda como puede serlo la del espectro de Fray Hilario. Basta considerar que este convento es más bien una fortaleza, como lo es el de Yuriria, el de Salamanca y el de Morelia, conventos agustinos, que fueron construidos en cadena por toda la frontera chichimeca y sirviendo de cordón para conducir con seguridad los productos de las minas de Guanajuato, ya que en esa época la bravura de los indios era casi incontenible. Las conductas en que eran transportados esos pro

ductos tenían que ser escoltadas por fuerzas suficientes y a veces eran sitiadas dentro de aquellos conventos.

En la fecha que ostenta la lápida, el templo estaría seguramente en construcción y, no estando todavía terminado el convento o tal vez sin comenzar, se vieron precisados a ocultar el oro y la plata en los cimientos del templo para resistir el sitio de los indios que a lo mejor derrotaron a las fuerzas del Virrey, quedando el tesoro enterrado ahí hasta nuestros días.

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Es tiempo ya de dejar el convento antes de que se entre la luna. Si los espíritus de los religiosos volvieran a tomar sus vestiduras mortales oiríamos en el amplio coro los golpes de los asientos de la sillería de nogal primorosamente tallada que campea en el coro; los acordes del órgano antiquísimo, y las roncas voces de los monjes que entonaban los salmos penitenciales a la media noche, mientras las lámparas votivas parpadeando iluminaban fantásticamente los dorados retablos de los altares. Pero no temas, viajero, ni vuelvas la cara nerviosamente porque lo que ha muerto, muerto está. El polvo de los siglos ha cubierto para siempre todas estas cosas y en las criptas del convento duermen para la eternidad, Fray Francisco de Villafuerte, fundador y Fray Agustín Perea, reconstructor del monasterio y con éllos duerme también toda la pléyade de religiosos agustinos que por estos lugares vivieron en olor de santidad.

FIN

Charlymex, gracias por compartir el artículo del libro, y gracias a juanjose por ponerlo de manera más cómoda de leerse.

Son historias que en lo personal son sumamente agradables e interesantes.

Saludos

Gracias Charlymex,por compartir y gracias a juanjosé por ponerlas en grande,de
otra forma yo no las hubiera leido.. voy a ver si consigo trabajo de "veladora"
en ese convento.   ANADTX