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La Leyenda Del Rio Salado*
Miér 24 Oct 2012, 1:08 pm
Algunas noches, Doña Virginia y su familia despiertan con gran
sobresalto pues, a veces, escuchan un ruido metálico, como de un caudal de monedas
que se vacía por la chimenea. Acuden asustados a la cocina para ver
entre las cenizas; pero nunca encuentran algo que explique aquellos
sonidos. Doña Petra también se levanta porque, por las madrugadas,
escucha el estruendo de una numerosa manada de caballos que cruza a todo
galope por el traspatio. Don Rogelio abrió una fosa para una letrina y
encontró el esqueleto de un soldado.
Cosas muy extrañas suceden en las casas que están por la orilla norte del río Salado, a la altura de la estación Rodríguez
y el viejo camino a Lampazos. Los niños y los jóvenes preguntan el
porqué de tan raras manifestaciones, y los viejos del lugar los reúnen
después de la cena para contar a las nuevas generaciones un interesante
relato:
La Leyenda del Rio Salado
Eran más de treinta guerrilleros revolucionarios que tenían como misión, cruzar el río Bravo
para comprar al otro lado de la frontera armas y municiones para las
fuerzas villistas. Para tal efecto, llevaban dos pesadas cajas de
monedas de oro, de las llamadas centenarios. Al cruzar por las cercanías
de Bustamante, fueron descubiertos por soldados del
Gobierno Federal y, ante la imposibilidad de enfrentarlos porque los
superaban en número, los revolucionarios azuzaron a sus caballos en
retirada para tratar de alcanzar la frontera a marchas forzadas. De
tramo en tramo, dejaban a dos o tres tiradores para que enfrentaran y
distrajeran al enemigo mientras la columna principal ganaba terreno.
Cuando llegaron a la orilla del río Salado, se dieron cuenta que
serían alcanzados irremisiblemente, y ya no tenían escapatoria.
Entonces, al cruzar la estación Rodríguez, el Comandante ordenó a dos de
sus hombres que escondieran el dinero, los cuales se desviaron para
ocultarlo bajo tierra, subiendo por alguno de los derramaderos cercanos.
Cumplida la orden, regresaron con sus compañeros quienes ya habían
liberado sus cabalgaduras y se aprestaban a recibir a los federales que
estaban tomando posiciones en terrenos de la estación. Se entabló
entonces un feroz combate que, sin embargo, no pudo detener el avance de
los solados y tuvieron que llegar al desesperado recurso de la lucha
cuerpo a cuerpo. La columna guerrillera fue completamente aniquilada y
se dice que sólo dos lograron llegar al río Bravo; pero muy mal heridos.
Así, en algún lugar del Salado, frente a la vieja estación y el antiguo camino a Lampazos,
quedaron olvidadas dos cajas de centenarios para dar inicio a una
leyenda que ha pasado de boca en boca entre la gente de esta tierra.
Cuenta don Pancho Ramírez que hace algunos años, conoció a dos hombres que, de algún lugar desconocido, llegaron a Anáhuac
a confirmar la leyenda. Eran dos ancianos que conoció paseando en
silencio por las inmediaciones del puente del ferrocarril; como buscando
algo perdido en el paisaje. Le platicaron como habían escapado de morir
en combate en ese lugar, en los tiempos lejanos de la Revolución. Ellos
habían enterrado dos cajas llenas de monedas de oro; pero no pudieron
salvar más que la vida. Llegaron a Texas heridos, pasaron unos meses en
recuperación, y volvieron a la pelea hasta el fin de la Revolución. El
tiempo los volvió a reunir y, sesenta años después, volvieron al lugar
de la batalla, para buscar desde su recuerdo el punto exacto donde
enterraron el oro.
Ahora sólo el río y la vieja estación eran los mismos que los vieron
pasar por aquellos años. Todo lo demás era irreconocible: la topografía
del cauce ya no era la misma; el antiguo puente del ferrocarril, de
gruesos pilotes de pino, había sido cambiado por uno de acero y
concreto; el viejo camino de Lampazos yacía olvidado, pues a un lado se
levantaba un orgulloso puente para los modernos vehículos y frente a
ellos, al lado norte del río, se alzaba una gran población que antes no
existía: Ciudad Anáhuac.
Por todo esto, las imágenes ya no correspondían a los recuerdos; era
ya imposible reconocer el lugar donde quedó el dinero, Los viejos
combatientes, con paso achacoso volvieron a desaparecer su melancólica
figura, para perderse otra vez tan misteriosamente como habían llegado.
Se fueron silenciosos y tristes, quizás comprendiendo que ya su vida se
había convertido en leyenda y que, tal vez, ya eran ellos mismos
fantasmas del pasado.
Hoy, el río sigue en silencio su largo camino al mar; ajeno a la
presencia de los pastores y pescadores que ya forman parte de su
paisaje. Indiferente también a los buscadores de tesoros
que con modernos aparatos o la sola inspiración, buscan llenos de
codicia o esperanza las cajas perdidas. Mientras tanto, el misterio
perdura y se pasea entre sauces y jarales, susurrando en el viento historias de fantasmas que aún cabalgan en retirada o pelean desesperados el último combate.
Y así, cuando la noche tiende su manto azul y lleno de estrellas
sobre el limpio cielo de Anáhuac, las familias de la rivera se reúnen en
torno al abuelo, que frente al fuego, repasa una vez más el relato que
seguirá pasando de generación en generación: La leyenda del tesoro del
río Salado.
sobresalto pues, a veces, escuchan un ruido metálico, como de un caudal de monedas
que se vacía por la chimenea. Acuden asustados a la cocina para ver
entre las cenizas; pero nunca encuentran algo que explique aquellos
sonidos. Doña Petra también se levanta porque, por las madrugadas,
escucha el estruendo de una numerosa manada de caballos que cruza a todo
galope por el traspatio. Don Rogelio abrió una fosa para una letrina y
encontró el esqueleto de un soldado.
Cosas muy extrañas suceden en las casas que están por la orilla norte del río Salado, a la altura de la estación Rodríguez
y el viejo camino a Lampazos. Los niños y los jóvenes preguntan el
porqué de tan raras manifestaciones, y los viejos del lugar los reúnen
después de la cena para contar a las nuevas generaciones un interesante
relato:
La Leyenda del Rio Salado
Eran más de treinta guerrilleros revolucionarios que tenían como misión, cruzar el río Bravo
para comprar al otro lado de la frontera armas y municiones para las
fuerzas villistas. Para tal efecto, llevaban dos pesadas cajas de
monedas de oro, de las llamadas centenarios. Al cruzar por las cercanías
de Bustamante, fueron descubiertos por soldados del
Gobierno Federal y, ante la imposibilidad de enfrentarlos porque los
superaban en número, los revolucionarios azuzaron a sus caballos en
retirada para tratar de alcanzar la frontera a marchas forzadas. De
tramo en tramo, dejaban a dos o tres tiradores para que enfrentaran y
distrajeran al enemigo mientras la columna principal ganaba terreno.
Cuando llegaron a la orilla del río Salado, se dieron cuenta que
serían alcanzados irremisiblemente, y ya no tenían escapatoria.
Entonces, al cruzar la estación Rodríguez, el Comandante ordenó a dos de
sus hombres que escondieran el dinero, los cuales se desviaron para
ocultarlo bajo tierra, subiendo por alguno de los derramaderos cercanos.
Cumplida la orden, regresaron con sus compañeros quienes ya habían
liberado sus cabalgaduras y se aprestaban a recibir a los federales que
estaban tomando posiciones en terrenos de la estación. Se entabló
entonces un feroz combate que, sin embargo, no pudo detener el avance de
los solados y tuvieron que llegar al desesperado recurso de la lucha
cuerpo a cuerpo. La columna guerrillera fue completamente aniquilada y
se dice que sólo dos lograron llegar al río Bravo; pero muy mal heridos.
Así, en algún lugar del Salado, frente a la vieja estación y el antiguo camino a Lampazos,
quedaron olvidadas dos cajas de centenarios para dar inicio a una
leyenda que ha pasado de boca en boca entre la gente de esta tierra.
Cuenta don Pancho Ramírez que hace algunos años, conoció a dos hombres que, de algún lugar desconocido, llegaron a Anáhuac
a confirmar la leyenda. Eran dos ancianos que conoció paseando en
silencio por las inmediaciones del puente del ferrocarril; como buscando
algo perdido en el paisaje. Le platicaron como habían escapado de morir
en combate en ese lugar, en los tiempos lejanos de la Revolución. Ellos
habían enterrado dos cajas llenas de monedas de oro; pero no pudieron
salvar más que la vida. Llegaron a Texas heridos, pasaron unos meses en
recuperación, y volvieron a la pelea hasta el fin de la Revolución. El
tiempo los volvió a reunir y, sesenta años después, volvieron al lugar
de la batalla, para buscar desde su recuerdo el punto exacto donde
enterraron el oro.
Ahora sólo el río y la vieja estación eran los mismos que los vieron
pasar por aquellos años. Todo lo demás era irreconocible: la topografía
del cauce ya no era la misma; el antiguo puente del ferrocarril, de
gruesos pilotes de pino, había sido cambiado por uno de acero y
concreto; el viejo camino de Lampazos yacía olvidado, pues a un lado se
levantaba un orgulloso puente para los modernos vehículos y frente a
ellos, al lado norte del río, se alzaba una gran población que antes no
existía: Ciudad Anáhuac.
Por todo esto, las imágenes ya no correspondían a los recuerdos; era
ya imposible reconocer el lugar donde quedó el dinero, Los viejos
combatientes, con paso achacoso volvieron a desaparecer su melancólica
figura, para perderse otra vez tan misteriosamente como habían llegado.
Se fueron silenciosos y tristes, quizás comprendiendo que ya su vida se
había convertido en leyenda y que, tal vez, ya eran ellos mismos
fantasmas del pasado.
Hoy, el río sigue en silencio su largo camino al mar; ajeno a la
presencia de los pastores y pescadores que ya forman parte de su
paisaje. Indiferente también a los buscadores de tesoros
que con modernos aparatos o la sola inspiración, buscan llenos de
codicia o esperanza las cajas perdidas. Mientras tanto, el misterio
perdura y se pasea entre sauces y jarales, susurrando en el viento historias de fantasmas que aún cabalgan en retirada o pelean desesperados el último combate.
Y así, cuando la noche tiende su manto azul y lleno de estrellas
sobre el limpio cielo de Anáhuac, las familias de la rivera se reúnen en
torno al abuelo, que frente al fuego, repasa una vez más el relato que
seguirá pasando de generación en generación: La leyenda del tesoro del
río Salado.
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Re: La Leyenda Del Rio Salado*
Miér 24 Oct 2012, 9:59 pm
Compañero Romel , buenas noches , pues yo he andado por alli buscandolas dos cajas , el problema es como lo relatas alli ha crecido la poblacion de ambos lados del puente , mas para el lado de anahuac que para Rodriguez , ahora esta muy peligroso alli , nosotos fuimos hace como 4 años estaba calmado , pero todos conocen del tesoro pero aun no lo han encontrado , ademas las riveras del rio estan super llenas de hiebas , carrizos yo creo que estan en alguno de los barrancos o de los pequeños cañones de escurridero que hay en ambos lados del rio , hay que seguirle terqueando, voy a ver si don Tomy me ayuda un poco con este quezote ..............tu compa Felix. gracias por compartir este relato real para ver quien se anima nos ponemos de acuerdo y pa luego es tarde ......
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