Relato-Cuento: El Descubrimiento en el Eucalipto

El ruido de la televisión daba vida a aquella oscura casa. La sombra de los enormes eucaliptos reflejaban en la pared en su tranquilo movimiento. Al fondo através de la ventana, un paisaje oscuro, una silueta de un cerro con unas cuantas luces lejanas de una pequeña ranchería aislada en la colina pedregosa. El cielo mostraba avante una enorme nube negra, la cual se iluminaba con el constante centelleo de sus relámpagos, una gran tormenta se avecinaba y estaba por suceder un evento que cambiaría la vida a Genaro Salazar, tipo nefasto, solitario y de hábitos que demostraban la ausencia de valores y manías por hacerse de lo ajeno.

Mientras, Ausencio Gómez, vendedor de barbacoa, hombre trabajador y de familia, reposaba en su sillón mientras observaba la televisión, uno de esos programas característicos de los sábados por la tarde. El goteo anunciaba el inicio de una gran tormenta, las gotas de desplomaban firmes al techo de tejas de aquella humilde vivienda como feroces soldados que inician una batalla. El viento furioso llevaba y traía las hojas
secas de los eucaliptos azorados por la tormenta próxima. Los grandes troncos erguidos se balanceaban de un lado a otro mientras rechinaban al compás del la lluvia.

Por la ventana, Ausencio se asoma y ve el espectáculo, la oscuridad reinante se veía interrumpida por los relámpagos y la lluvia en aquel despoblado lugar. A su lado, la casa de Genaro oscura y en la ventana su vecino el cual no era del todo su agrado, ambos mirando tal espectáculo. Genaro recordó, apenas hacía una semana que a medianoche, después de una tormenta similar había visto al pie de uno de los grandes eucaliptos una pequeña flama, azul intensa, danzante y tímida, que al poco tiempo se fue desvaneciendo hasta desaparecer, nunca había visto algo similar y lo llenó de curiosidad, aunque no le dio mayor importancia.

El agua se derramaba a caudales del techo, el goteo a chorros de las tejas caían sobre el suelo encharcando aquella vivienda, el ruido del agua chocando con el suelo hacía una escena relajante para Ausencio, decidió ir a la cama. En la oscuridad, traía una vela mientras se desplazaba en el suelo de duela de su pequeña vivienda, los pasos marcados se dirigían a su cuarto, la vela fue apagada con un ligero soplido, después de un rato cayó exhausto.

Los relámpagos y el caudal siguieron durante casi toda la noche, en su transcurso, un enorme estruendo interrumpió el sueño de Ausencio, su corazón latía galopante por el susto, un rayo se había precipitado cerca de su hogar, este iluminó de una luz cegante blanca, se escuchó un gran crujido, una enorme masa cae y el suelo retumba por el peso gigantesco. Un eucalipto había sido derribado por el relámpago y ahora yacía derrotado
en el suelo inundado.

-Un eucalipto-, pensó, -mmmm....creo que me levanto en este momento, voy a cortarlo en pedazos para la leña de mi barbacoa, mañana será difícil utilizarlo por que estará húmeda, pero la puedo resguardar-, se levantó, sintió el frío que recorrió su cuerpo, la tormenta estaba aún más densa, se vistió, salió por pasillo, en la sala tomó su sombrero y su zarape. Salió y la ventisca le azotó el rostro, apenas avanzó un par de metros y sintió que se empapaba, era imposible seguir, regresó, los pies empapados dejaron rastros de agua y lodo al ingresar a su vivienda. -No hay prisa, mañana cuando pasé la tormenta, temprano después de ir a echar leña a mi horno, corto algunos trozos y me voy al casco a vender mi consomé-, regresó al cuarto, se desvistió en la oscuridad y entró a su cama.

Los cantos de los gallos anunciaban la pronta llegada de la mañana, la humedad vagaba por doquier en casa de Ausencio, se levantó y de inmediato se alistó. Se dirigió al horno, hizo los preparativos para hornear la barbacoa. Pasaron algunas horas, se dirigió a la parte trasera de su hogar, tomó un hacha vieja y desgastada por varios años de uso. Su camino entre la hierba y el pasto dejaba marca al pisar el rocío mañanero, el fresco olor a hierba y tierra mojada abundaba en el ambiente, caminó unos metros, vio la gran mole caída en el suelo, con marcas carbonizadas producto del inclemente relámpago que le cegó la vida hacía apenas unas horas.

De frente, el follaje verde apenas lo dejaba pasar, paró su marcha, observó para elegir con cuidado por donde empezaría su trabajo, había que hacerlo a prisa ya que tenía el pendiente de ir a encender su horno. A unos cuantos kilómetros, la vista sobre la colina era peculiar, la gente como una hilera de hormigas, subía la colina en marcha para comprar en el mercado. El solar de la hacienda, abandonado, servía de espacio adecuado
para que cada domingo las personas acudieran a hacerse de su alimento, frescas verduras, frutas, guajolotes, dulces típicos, trastos de barro y un sin fin de artículos eran exhibidos para la venta en dicho lugar. Ausencio tenía un pequeño lugar en este mercado, la gente que vivía alrededor del casco acudía temprano a desayunar deliciosos tacos de suave barbacoa y consomé caliente y sabroso.

El vapor emanaba de su aliento, la mañana húmeda y los hachazos sobre aquél eucalipto estaban por terminar. Reunió finalmente todos sus troncos, los levantó, caminó a lo largo del árbol caído, de frente las enormes raíces levantadas con tierra a su alrededor, conforme avanzaba se asomaba el enorme agujero hecho por la salida tan abrupta de las raíces. Ausencio al mirar con detalle quedó anonadado, dejó caer inconscientemente la leña, se acercó con cuidado para observar lo que estaba frente a él. Dos enormes ollas, quebradas e incompletas...vacías, meditó un rato en cuclillas mientras tomaba la pedacería de barro. Observó a su alrededor, pronto vio algunas pisadas sobre el rocío, venían al lugar, se retiraban y volvían a regresar, ahora eran dos más, olvidándose de sus leños y el hacha, las siguió, iban directas a la casa de su vecino Genaro Salazar..., enmudeció.

El día era radiante en el solar de la hacienda, el claro cielo azul y las nubes como grandes y brillantes bolas de algodón avanzaban rasando a su paso. El mar de gente reunida hacía un bello y típico domingo de mercado, las familias compraban, vendían, los niños felices corrían de un lado a otro con dulces y juguetes de madera. Ausencio estaba pensativo, todo a su alrededor era solamente movimiento y silencio. Un sin fin de gente que pasaba, iban y venían, nada más sucedió.

Un año después, Genaro de una larga y repentina ausencia, regresó en una gran camioneta, bajó vestido de manera formal, saludó a unos cuantos vecinos que de secreto a voces sabían lo que había ocurrido, platicó un rato, subió al vehículo y se marchó...nunca se le volvería a ver. Y ahí cada domingo, Ausencio estaba constante, vendiendo su sabrosa barbacoa y consomé, a partir del suceso del año anterior, dice la gente que el rostro le cambió, para él...ya nada sería igual.


NOTA: El mes pasado fui a visitar a los abuelos, me llevaron aun lugar donde vivió mi padre de niño. A un lado, una casa grande que constrasta entre las demás, esta pertenece a los herederos de Genaro. Esta historia que es verídica, ronda entre las personas del lugar, y aunque los familiares han evadido el tema del eucalipto que colapsó en una tormenta hace muchos años, de ser una familia de campesinos con unos cuantos animalitos, se hicieron de un nivel de vida que en la actualidad tiene constraste repentino. Además poseen otros negocios como refaccionarias para tractores. ¿Que opinan ustedes?

sin duda toda una faena,,se habla mucho de la caida de rayos en los arboles,,por quizas contener algun tesoro,,,muchas veces no lo es y otras veces como en este caso lo fue,,,muy amena la lectura y pues como todo en la vida,,,a quien resulte agraciado en una circunstancia de estas le cambia la vida para simpre y no diran cual fue la causa,,,,,saludos

@romel505 escribió:sin duda toda una faena,,se habla mucho de la caida de rayos en los arboles,,por quizas contener algun tesoro,,,muchas veces no lo es y otras veces como en este caso lo fue,,,muy amena la lectura y pues como todo en la vida,,,a quien resulte agraciado en una circunstancia de estas le cambia la vida para simpre y no diran cual fue la causa,,,,,saludos

Todo un tema, el de los tesoros en los árboles mi estimado Adrián. Imagina de historias y localizaciones, artículos que puedan desarrollarse con este tema.

Recuerdo que de niño, fuimos a Detectores SA de CV en la colonia Roma. En el exhibidor tenían un cofre no muy grande, revestido de cuero y remaches de bronce negros, por demás viejo y en mal estado. Al interior, ya que este estaba medio abierto, se notaban las monedas de oro y muchas de plata.

Quizás no haya sido genuino o quizás sí, el detalle que nunca olvidé, es que tenía raíces bien afanadas en la parte superior, un par de ellas daban vuelta hacia abajo por la parte trasera donde estaban las bisagras. Hace un par de años volví al negocio de la familia Contreras, obviamente este tesoro ya no estaba, con esta inseguridad es para no pensárse en dejarlo ahí.

Saludos y gracias Adrián.

GeoTec Prospectiva.

buena historia lastima que a veces eldinero cae en manos de personas que no lo merecen, pero asi es la vida.
saludos arturo marin

Que tal compañero excelente la naraccion que compartes con el foro lo cual da motivacion a seguir en este hobby y que en cuento menos se lo espara uno cae lo bueno como sucedio en el relato.


Saludos y Exito

Muy buena historia GTP -QRO este relato corrobora que donde caen rayos es muy posible que se encuentre un tesoro.


Saludos.

Gracias por sus comentarios muchachos.

Saludos!

GeoTec Prospectiva.

muy bueno

Que buena historia amigo GTP-QRO! ya saven compañer@s, a buscarle por los alrededores cuando vean un arbol chamuscado por un rayo. la suerte podria estar cerca

saludos.

Saludos y gracias!