- Pedro CantúAdmin
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Un tesoro en la plaza de San Marcos, Aguascalientes.
Dom 15 Feb 2009, 1:15 pm
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Cuentan que frente a la plaza de San Marcos vivía un comerciante muy acaudalado, quien solía donar grandes cantidades de dinero a la parroquia, por ser también un hombre devoto. Era muy respetado en la comunidad y ofrecía fiestas memorables. Tenía una hija en edad de casamiento y ya estaba en arreglos para conseguirle un buen partido en la ciudad de México. En eso, estalló la Revolución y la vida tranquila de Aguascalientes se vio trastocada como en el resto del país. Primero llegaron a esta ciudad los villistas, quienes recibieron el apoyo de la comunidad, más por miedo que por convicción. El comerciante ofreció una recepción en su casa para los generales, sintiendo que con ello se ganaba el respeto y protección.
Pasaron los días y la tranquilidad pareció volver a su ritmo acostumbrado. Sin embargo, los rumores de la avanzada carrancista hacia Aguascalientes eran cada vez más fuertes. Por recuentos de algunos testigos que habían estado en Zacatecas u otros lugares más al norte, tales revolucionarios eran bandidos que no respetaban a nadie y robaban o mataban por placer. Cuando esto llegó a oídos del comerciante acaudalado, ideó un plan para esconder sus riquezas en un lugar seguro. Sin que nadie entendiera después la razón, él pidió a varios de sus empleados que esa misma noche armaran un alboroto lejos de la plaza de San Marcos.
Dicho alboroto cumplió su cometido, pues todos los habitantes de los alrededores fueron a ver de qué se trataba. Para entonces, el comerciante ya había llenado un baúl con sus riquezas más preciadas: monedas de oro y joyas, tanto personales como las de su esposa y de toda su familia. Cuando se percató de que no había nadie a la vista, fue a la plaza y cavó un pozo muy profundo, junto a una jacaranda. Luego, volvió a su casa por el baúl para enterrarlo en dicho pozo. Su hija lo acompañó por petición de él, para que fuera testigo del lugar exacto donde quedó guardado el tesoro.
No pasaron muchos días desde aquel suceso para que la ciudad sufriera los embates de los carrancistas. Antes de que esto ocurriera, los más ricos ya habían huido hacia otros destinos; el comerciante se fue con toda su familia a la ciudad de México, con el propósito de regresar cuando fuera posible. Pero la lucha armada duró tanto tiempo que esa y muchas otras familias jamás volvieron.
El comerciante casó a su hija con un buen partido de la ciudad de México, y siempre le recordó que en Aguascalientes estaba su herencia, debajo de aquella jacaranda, y podía hacer uso de ella cuando la requiriera. Pasaron los años y el comerciante murió; su hija nunca tuvo necesidad económica de recuperar el tesoro, pero sí quiso hacerlo por los recuerdos de su juventud y de su familia guardados en aquel baúl.
Cuentan que un día llegó a Aguascalientes y fue directamente a visitar la casa familiar, la cual ya tenía otros dueños. Llevó a su marido y a sus hijos ya grandes a que conocieran la iglesia de San Marcos, así como el lugar donde estuvo el comercio de su padre. Después caminó sola por la plaza para ubicar el punto exacto donde recordaba aquella noche a su padre enterrando el tesoro. Dicen que la mujer lloró sentada en una banca porque la jacaranda ya no existía.
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Al igual que en todas las ciudades y pueblos del país, en Aguascalientes también se habla de tesoros, grandes y pequeños. Algunas historias o anécdotas mencionan casos de gente que por azar o por andar buscando ex profeso encontró uno; otras, más bien caen en el campo de la leyenda, pues se cuenta de ruidos, llamaradas o apariciones fantasmales, todo lo cual suele estar relacionado con el tema de los tesoros. Asimismo, en ocasiones escuchamos relatos de alguien que enterró sus riquezas en un lugar específico, como en este ejemplo escuchado en Aguascalientes.
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Una versión muy similar de esta leyenda aparecerá publicada en Leyendas de todo México; libro aún en imprenta.
http://leyendasdemexico.obolog.com/tesoro-plaza-san-marcos-125971
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Cuentan que frente a la plaza de San Marcos vivía un comerciante muy acaudalado, quien solía donar grandes cantidades de dinero a la parroquia, por ser también un hombre devoto. Era muy respetado en la comunidad y ofrecía fiestas memorables. Tenía una hija en edad de casamiento y ya estaba en arreglos para conseguirle un buen partido en la ciudad de México. En eso, estalló la Revolución y la vida tranquila de Aguascalientes se vio trastocada como en el resto del país. Primero llegaron a esta ciudad los villistas, quienes recibieron el apoyo de la comunidad, más por miedo que por convicción. El comerciante ofreció una recepción en su casa para los generales, sintiendo que con ello se ganaba el respeto y protección.
Pasaron los días y la tranquilidad pareció volver a su ritmo acostumbrado. Sin embargo, los rumores de la avanzada carrancista hacia Aguascalientes eran cada vez más fuertes. Por recuentos de algunos testigos que habían estado en Zacatecas u otros lugares más al norte, tales revolucionarios eran bandidos que no respetaban a nadie y robaban o mataban por placer. Cuando esto llegó a oídos del comerciante acaudalado, ideó un plan para esconder sus riquezas en un lugar seguro. Sin que nadie entendiera después la razón, él pidió a varios de sus empleados que esa misma noche armaran un alboroto lejos de la plaza de San Marcos.
Dicho alboroto cumplió su cometido, pues todos los habitantes de los alrededores fueron a ver de qué se trataba. Para entonces, el comerciante ya había llenado un baúl con sus riquezas más preciadas: monedas de oro y joyas, tanto personales como las de su esposa y de toda su familia. Cuando se percató de que no había nadie a la vista, fue a la plaza y cavó un pozo muy profundo, junto a una jacaranda. Luego, volvió a su casa por el baúl para enterrarlo en dicho pozo. Su hija lo acompañó por petición de él, para que fuera testigo del lugar exacto donde quedó guardado el tesoro.
No pasaron muchos días desde aquel suceso para que la ciudad sufriera los embates de los carrancistas. Antes de que esto ocurriera, los más ricos ya habían huido hacia otros destinos; el comerciante se fue con toda su familia a la ciudad de México, con el propósito de regresar cuando fuera posible. Pero la lucha armada duró tanto tiempo que esa y muchas otras familias jamás volvieron.
El comerciante casó a su hija con un buen partido de la ciudad de México, y siempre le recordó que en Aguascalientes estaba su herencia, debajo de aquella jacaranda, y podía hacer uso de ella cuando la requiriera. Pasaron los años y el comerciante murió; su hija nunca tuvo necesidad económica de recuperar el tesoro, pero sí quiso hacerlo por los recuerdos de su juventud y de su familia guardados en aquel baúl.
Cuentan que un día llegó a Aguascalientes y fue directamente a visitar la casa familiar, la cual ya tenía otros dueños. Llevó a su marido y a sus hijos ya grandes a que conocieran la iglesia de San Marcos, así como el lugar donde estuvo el comercio de su padre. Después caminó sola por la plaza para ubicar el punto exacto donde recordaba aquella noche a su padre enterrando el tesoro. Dicen que la mujer lloró sentada en una banca porque la jacaranda ya no existía.
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Al igual que en todas las ciudades y pueblos del país, en Aguascalientes también se habla de tesoros, grandes y pequeños. Algunas historias o anécdotas mencionan casos de gente que por azar o por andar buscando ex profeso encontró uno; otras, más bien caen en el campo de la leyenda, pues se cuenta de ruidos, llamaradas o apariciones fantasmales, todo lo cual suele estar relacionado con el tema de los tesoros. Asimismo, en ocasiones escuchamos relatos de alguien que enterró sus riquezas en un lugar específico, como en este ejemplo escuchado en Aguascalientes.
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Una versión muy similar de esta leyenda aparecerá publicada en Leyendas de todo México; libro aún en imprenta.
http://leyendasdemexico.obolog.com/tesoro-plaza-san-marcos-125971
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