La casa del perro

Crueles y a veces pícaras son las historias poblanas, que van desde las anecdóticas veladas de la hoy extinta, “bohemia poblana”, hasta los crueles relatos de los tiempos de la colonia, llenos de suspenso e incluso del terror mas escalofriante. Dicho lo anterior; el banquetero recordó recientemente, con la ayuda del historiador Orestes Magaña, la existencia y preexistencia del insólito hecho de “ la Casa del Perro”, ubicada en la 3 sur esquina con nueve poniente y cuyo relato de fin de año, además de parecer un profundo cuento de terror, la misma tuvo su trágico final, en las primeras horas de la mañana de un lejano 3 de enero, en la segunda mitad del siglo XVIII, en el que un judío de apellidos Yllescaz, fue descubierto en su rito, a los ojos de la iglesia católica de entonces, como profundamente herético (el judaísmo), y llevado al mas allá a través de la terrible Santa Inquisición, por medio del temido “garrote vil”, dado que fue sorprendido en su orientación religiosa, prohibida entonces; puesto que se bañaba “demasiado” en los baños de “Luisa la limpia” (hoy café librería “profética”), al tiempo de hacerse notar en las fiestas a las cuales era invitado, su nulo gusto por la carne de puerco, por lo que la intolerancia religiosa de entonces en la ciudad de Puebla, le mandó al otro mundo, teniendo como anécdota y misterio inescrutable la famosa interrogante-mito-leyenda, de que en “la casa del Perro”, este ilustre y acaudalado judío, dejó enterrado su tesoro y según cuenta la leyenda, el perro que está en la fachada, justo en la esquina (9 poniente y calle 3 sur), es el que tiene el tesoro, o bien señala la dirección exacta en la que se encuentra enterrado. Cabe destacar que esta leyenda poblana, que varía mucho en su contenido de boca en boca, tuvo como trágico final, la muerte, en las primeras horas de un 3 de enero.