Cuentan, en San Pedro Tultepec; que en una casa llamada "La casa grande"; por ser la más amplia del pueblo, vivía un matrimonio que para medir su dinero lo hacía con costales. La esposa era muy avara, muy mala; jamás le daba dinero a los pobres.
La señora tenía un hermano que junto con su marido se dedicaban a despilfarrar el dinero bebiendo.
Un día su hermano y su esposo se sintieron muy mal de tanto beber y ella se ofreció a curarlos. No se sabe qué les dio pero pasado algún tiempo murieron.
Dos años más tarde, al saber que los revolucionarios iban a entrar al pueblo; para evitar que se robaran su dinero, lo enterró en veinte ollas grandes. Al paso del tiempo enfermó y murió sin que nadie supiera dónde había enterrado sus riquezas.
Años después fue a vivir a esa casa la señora María de los Dolores Morales que también era muy rica pero hacendosa y caritativa. Cierta ocasión, al estar haciendo el aseo de la casa; se hundió un ladrillo dejando un boquete en el piso y la señora quedó sorprendida al ver en el fondo del suelo unas ollas muy grandes, repletas de dinero.
Salió corriendo a buscar a su esposo pero en el camino se encontró a un compadre al que le contó todo lo sucedido. Cuando regresó a su casa ya su compadre había sacado las ollas pero en lugar de dinero había encontrado unas piedras muy grandes. Entonces decidieron quebrar las ollas y enterrar aquellas piedras.
La casa fue abandonada, destruyéndose poco a poco. Pasado algún tiempo la casa fue reconstruida por otra familia que la habitó por unos meses.
Una vez que la señora estaba cosiendo se le apareció una culebra delgada, pequeña, de varios colores, que se transformaba en una flama y más tarde en una bola de lumbre que iba rodando hasta perderse.
A cada persona que iba a habitar la casa le ocurría lo mismo por lo que ya nadie se atrevía a habitarla y fue abandonada.
En otra ocasión, a un individuo que pasaba por aquel lugar se le apareció un charro vestido de negro y le dijo que si quería tener dinero lo siguiera pues él sabía dónde habia bastante y lo haría muy rico, pero aquel individuo, conociendo todo lo que se contaba sobre esa casa; huyó despavorido.
Ya calmado se los contó a sus amigos y ellos decidieron acompañarlo, muy interesados en poder obtener el dinero.
Al llegar a la casa abandonada y aparecerse el charro negro, sólo a la primera persona que se le había aparecido podía verlo y le decía que le diera la mano para llevarlo donde estaba el dinero.
El hombre, asustado, prefirió abandonar el pueblo. La casa, en la actualidad se encuentra semidestruida.



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